domingo, 13 de marzo de 2016

EL TRABAJO DEL MINERO DE MAZARRÓN DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX:: La jornada (1ª parte)

    En el primer tercio del siglo XX la industria minera proporcionaba empleo a la mayor parte de la población masculina, y se puede decir que todas las familias del casco urbano y la mayoría de las de El Puerto dependían de modo directo o indirecto de las actividades extractivas.
    Aunque los diferentes horarios dependían de las distintas empresas, era costumbre generalizada  realizar los trabajos en dos o tres turnos. Antes de 1919 la jornada laboral llegó a ser de hasta de doce horas. A partir de ese año se estableció en 8 horas efectivas.
    A continuación se expone un modelo de horario, el más común en el coto minero contiguo al casco de Mazarrón. El primer turno era de 7 de la mañana a 4 de la tarde y el segundo, de 7 de la tarde a 4 de la madrugada.
    Una hora antes ya estaban preparados los mineros, con su ropa de trabajo, su bolsa de comida (trapo) y su candil de carburo, en alguna de las numerosas tabernas de los accesos a las minas. Esos locales eran el lugar de reunión para marchar juntos al trabajo, no sin antes tomarse un revuelto, bebida tonificante que tenía dos variedades: barrecha (anís con coñac) y láguena (anís con vino viejo). Costaba unos 5 céntimos de peseta (una perra chica) y era habitual que muchos mineros dejasen pagado un vaso que se tomarían a la salida “pa’ que el polvo se vaya p’abajo”.

    A las siete, junto a la boca del pozo, el listero pasaba lista y grupos de seis a ocho mineros, iban entrando en el ascensor (la jaula) en el que el encargado asignaba las galerías y tareas. 
    Sin experimentar sensación especial alguna, familiarizados con el peligro, no se apercibían de cómo se iba estrechando la boca del pozo allá arriba, hasta convertirse en un minúsculo punto blanco en un firmamento negro, pero de ello sólo eran conscientes cuando alguno se dejaba la vida allí. 
    El descenso se prestaba a demostraciones de inconsciente valentía como sacar una pierna o un brazo, o todo el cuerpo, si era necesario para superar la hazaña del otro. O bien, llegados a la entrada de la galería, salir de un salto mientras la jaula se balanceaba. 
    Una vez en el tajo, cada cual se dirigía a su faena que. A las nueve, se interrumpía para descansar durante media hora y reponer fuerzas con el almuerzo o la cena,  según el turno. A las 12, había otra interrupción para comer y descansar mientras, a la luz del carburo, se charlaba, se cantaba, se jugaba, etc. antes de la vuelta al trabajo para terminar a las 4. Hubo intentos de transformar la jornada a base de hacer descansos periódicos, pero se prefirió casi siempre el horario expuesto.
    La temperatura en el interior de las galerías podía ser muy alta, en torno a los 40 grados, por lo que los mineros quedaban sólo con la ropa imprescindible. El aire se renovaba gracias a ventilación bombeada y, para suavizar la temperatura, se usaban  cartones y papeles de desecho de la dinamita  tapando o dejando abiertas las bocas de galerías, encauzando así las corrientes de aire.
    Al llegar de nuevo arriba, la luz cegadora, el cambio de temperatura, el polvo o el sudor les impactaba. Realizaban una rápida visita a los lavabos con el agua, traída en cubas desde el manantial de la Perdiz, y podían regresar al pueblo.
    Se trabajaba de lunes a sábado y no existían vacaciones pagadas. En torno al día 15  de agosto se interrumpían, durante unos días,  las labores. Eran las llamadas varadas o paradas ("varás" o "parás") para que la maquinaria descansara y se pudiera hacer limpieza, sobre todo de las bombas de desagüe.
                                                                                          (Contnua en Los oficios)

                                                                               Sabina García Moreno y Jerónimo García Jorquera

Fuentes:
Yúfera Hernández, Francisco, El derecho de minería en la cuenca de Mazarrón (Tesis doctoral), Mazarrón, La Purísima - Acosta y Serrano, 1922.
Archivo fotográfico de Paco García.
Orales: Fernando Dávila Castuela, Sabina Miñarro Sánchez, Francisco García Jorquera.

Publicado en Revista de Fiestas. 2012. Excmo. Ayuntamiento de Mazarrón

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